25 de noviembre de 2013

El examen

Tuve un examen.
No había estudiado mucho, pero aún así, intenté hacerlo.
La profesora me dijo, que no era difícil, pero que tendría que haber estado atento mientras me daba las explicaciones.
No sabía que era lo que entraría en concreto en esa prueba, porque a veces había estado atento, pero otras veía como pasaban las horas delante mío sin prestar mucha atención a lo que sucedía.
Se reía cuando le pregunté la forma en la que pondría el examen.
Lo hice, y en seguida tuve el resultado. Me dijo que no había superado la prueba y me dijo que la próxima vez tuviese más suerte. 
Insistí en que me diese la opción de volver a intentarlo, hacer una recuperación. 
Ella me dijo que nunca daba ni daría segundas oportunidades a nadie. Que todos deberían siempre hacer lo que ella dijese y prestar la máxima atención.
Salía decepcionado por la puerta pero inmediatamente me cogió por detrás y me entregó los apuntes para una nueva lección. No había acabado aun de terminar una prueba cuando ya tenia que preparar la siguiente.
Había veces que la odiaba a muerte, pero otras, aprendía mucho de ella.
Sus lecciones, aunque no diera segundas oportunidades, siempre hacían que aprendiera.
Tanto si apruebas, como si suspendes, siempre sales del examen con algo nuevo aprendido.
Los apuntes debes tenerlos siempre a mano, porque muchas veces necesitas repasar algo de lo que ya te habías examinado. Y si pierdes los apuntes, ella vuelve a ponerte la misma prueba para que la copies otra vez.
La vida, que buena maestra. . .

13 de octubre de 2013

Ella

La oí a lo lejos.
Tantas horas le había dedicado en cuerpo y alma. ¡Y ella a mí!
Habíamos estado juntos en infinidad de situaciones. No había nada en ella que me molestase.
Ni su forma de ser, ni de vestir. Ni el volumen en el que decía sus palabras.
Simplemente, era capaz de alegrarme en esos días en los que no me sentía precisamente bien.
No me importó nunca el número de personas a las que hizo feliz antes que a mí.
Me encantaba en todos sus aspectos. Ella sabía perfectamente que hacer para que yo esbozara siempre una sonrisa.
Como en todas las relaciones, había días en los que no teníamos ganas de vernos y nos cansábamos el uno del otro, pero siempre acababa solucionándose el problema y volvíamos a juntarnos.
A cada hora sentía ganas de verla, de tenerla entre mis brazos.
Aquellos momentos que no la tenía, hacía que la saboreara más intensamente.
Cuando nos quedábamos solos, se producía un ambiente cálido e intenso.
Conseguía hacer muchas veces que los vellos de mi piel se erizaran y sintiera un escalofrío por mi cuerpo.
En público, siempre hemos intentado ser más discretos, aunque alguna vez hemos vocalizado alguna expresión delatadora.
Aún hoy, seguimos viéndonos. No me importa lo que la gente diga. Ella me gusta y siempre la defenderé.
Muchas de las cosas que me hace sentir, no pueden explicarse de forma alguna.
A cada hora la llevo en mi bolsillo y escucho sus palabras.
Nunca rechazaré su voz. Ella, con sus notas, hace que mis días grises se cubran de color.
Siempre estaré agradecido de que nunca se negara a sonar para mí.
Cada acorde que decía, cada palabra que me susurra. . . Hace que me sienta bien.
Siempre he encontrado en ella refugio e inspiración, consuelo y fuerza, paz y armonía.
Nunca le apartaré la mirada. Seguiré girando la cabeza hacia donde quiera que la oiga.
La música siempre me hizo ser un poquito más feliz, y siempre seguiré queriéndola como hasta ahora hice.

30 de agosto de 2013

Estuve allí

Esa tarde había sido calurosa, pero con la caída del sol, empezó a correr una brisa agradable.
Con las previsiones que había para esa semana, me fui a dar un paseo y disfrutar de la temperatura.
Mientras estaba en la calle, se veía a la gente que salía a pasear o a sentarse en alguna terraza de bar. Ellos también pensarían en aprovechar esa noche tan agradable. 
Claro queda, que no me faltó por cruzarme el típico "Lumbrera" que, cuando nota que no hace tanto calor, se enfunda su sudadera y sale a la calle comiéndose el mundo en plan videoclip de "Stayin' alive".
Yo, simplemente me dediqué a andar sin pensar en nada.
No quería pasar por donde estuviera muy transitado, y me metí por un par de callejones, calles escondidas y hasta creo que encontré las bolas de dragón. Estuve en calles que siquiera sabía de su existencia.
Volvía ya a casa cuando lo vi. . .
Estaba en el sitio de siempre. Su rostro estaba un poco desmejorado, pero sabía perfectamente que era él.
Me había acompañado en muchas ocasiones. Compartimos risas, buenos momentos, ratos aburridos...
Pero siempre estuvo ahí. Nunca nos abandonó. 
Adoraba ese banco. En él, había conocido y mantenido conversaciones con amigos durante horas, las cuales nos hicieron crear entre nosotros vínculos bastante férreos. Tan duros como los nudos que formaban la estructura de su espalda. Gracias a ese banco, tendría anécdotas en un futuro que me harían recordar gente y momentos. Y yo estaba allí. No daba crédito (hablando de bancos...). Ya apenas se veía a gente sentada en esos bancos que quisieran hablar o simplemente compartir un instante. 
Me senté un minuto y pasé mi mano por su asiento y noté algo. Intenté ver que ponía, pero estaba tan deteriorado que apenas era legible. Finalmente, y tras hacer que me aumentaran las dioctrías de tanto fijarme, conseguir leer una inscripción. La misma que hace años, entre amigos, grabamos con una llave en acto de rebeldía inocente mientras nos reíamos al unisono. 
"Somos pocos. Nadie nos ve. No somos nada para el mundo, ¡pero aquí estamos!"
Era lo que años atrás escribimos en ese banco. Yo, vigilando que nadie me viera, saqué una de mis llaves que no eran de la misma casa de cuando escribimos eso, e inscribí debajo de aquella frase:
" Y siempre estuvimos juntos".
Limpié con cuidado las raspaduras, y mirando aquel banco como si fuera la última vez, me fui.
¿Quién sabe? Puede que la próxima vez que lo vea, me encuentre con otras respuestas debajo.
Fueron buenas noches. . .


25 de agosto de 2013

Un amor de película

¡Buenos días Princesa!
Esa era la forma con la que él le saludaba cada vez que le hablaba.
Ya fuera en persona, por chat o por carta, él siempre se dirigía a ella así.
En ellos solo había una relación de amistad, pero él sentía por ella lo que nadie imaginaba.
Hacía lo imposible de creer por intentar sorprenderla. Antiguamente lo llamarían magia y ahora quizás ciencia, pero en su mundo las dos cosas son lo mismo. Ella simplemente le consideraba uno más y no le dio importancia.
Él, dentro, sentía que no podía estar vivo. No sin ella.
La conocía poco...poco.Pero la amaba tanto...tanto...
En su mente, siempre recordaba una frase: "Nada acaba hasta que tu sientes que acaba". Por eso cada vez que intentaba acercarse a ella y no lo conseguía, no desistía y continuaba con su deseo. El deseo de que ella fuera suya y ambos felices unidos.
Puede que él no fuera muy listo, pero sí sabía lo que es el amor.
Un amigo le intentaba quitar la idea de conseguirla de la cabeza. Le decía que había en el mundo 300 mil mujeres, pero él siempre decía "Me conformaría solo con una"
Un día la vio sentada en un banco sola y encontró ahí la idea perfecta de acercarse a ella.
Cuando estaba frente a ella le dijo:
-"Tú crees que no somos iguales, pero te equivocas."
Ella no podía creerlo.
¿A qué venían esas palabras? ¿Por qué decía que eran iguales?
Ante el silencio de la chica, él volvió a decir:
-"Solo somos dos personas que buscan afecto de alguien que no les corresponde. Todos los hombres mueren, pero no todos los hombres han vivido realmente. No quiero permitirme ser de los que no viven. Siempre imagine mi vida a tu lado, y es por eso por lo que me levanto cada mañana. Quizás...no. ¡Seguro!, tu amor haría que tuviera el poder que necesito en mi vida. Un hombre fuerte que ha tenido ese poder toda su vida, puede perder el respeto a esa fuerza. Pero un hombre débil, aprecia el valor de la fortaleza y conoce la compasión. Tu corazón es libre, ten el valor de hacerle caso."

Ella no podía dar crédito de lo que acababa de oír, y una lágrima bordeó su sonrisa...

-"¿Por qué nunca me lo habías dicho? ¿Por qué nunca me has dicho que me querías?"

-" Todo el mundo dice <Te quiero> y ya no significa nada."

-Pero alguna vez necesitas que te lo digan. Yo lo necesito..."

-"Yo lo haré cada día. Al despertarme y ver tu cara a pocos centímetros de la mía, lo diré.
Lo diré ante la gente... ¡Ante el mundo!
Inventaré mil maneras de que lo sepas. Lo probaré de un millón de razones. Lo mostraré a cada hora, cada minuto...¡Cada segundo!
Daría todo lo que tengo por poder estar a tu lado el resto de mi vida. No me importa como fuera esta. Si es contigo, lo demás no me importa. Me iré y si cambias de opinión, volveré a por ti."

-"No se que decir."

-"Me olvidaba decirte que..."

-"¡Dilo!"

-"Que tengo unas ganas de hacerte el amor que no te puedes imaginar."

Mientras decía esto retrocedía hasta que marcharse completamente. Ella aun no podía creer todas aquellas cosas que acababa de escuchar. ¿Era posible?
Ese dispositivo al que llaman corazón, no hacía más que acelerar su ritmo. Aun estaba asimilando que alguien pudiera sentir por ella semejante locura.
Por desgracia, el mismo dispositivo que le mantenía con vida, le estaba matando.

Al día siguiente, sentía que tras un ayer caminando solo, ahora ella caminaba junto a él.
Ella en cambio, sentía que él le había salvado,en todos los sentidos en los que se puede salvar a una persona.
No podían permitirse el lujo de perder la noción del tiempo.

Todo era perfecto. Parecía que nada ni nadie podía interponerse entre ellos.
Al menos eso parecía...

Un buen, o mal día, ella desapareció de repente. Él no sabía nada de ella ni a quien preguntarle.
Aunque preocupado, sabía que esperaría. Que sería fiel.

Pasaron los meses, y no quedaban lágrimas dentro de él para expresarse.
Un ex novio de ella fue a visitarlo y tras horas intentando hacerle hablar sin resultado le dijo:

-" Tú no la merecías. Una pena, casi consigo hacerla perfecta."

Él levanto la mirada clavándola en sus ojos y le dijo:

-"Tienes razón, no la merecía. ¡Pero te equivocas!... Ya era perfecta.






                                                                                                                                           Microcuento dedicado al cine.

16 de agosto de 2013

Ayer la ví

Fue tan rápido que apenas me dio tiempo de verla.
Me hizo recordar todos aquellos momentos en los que hablamos y parecía que nada podía hacer que eso terminara.
En tan solo un segundo, me vinieron a la memoria momentos, palabras, conversaciones, y todas esas cosas que habían surgido entre nosotros.
Parecía tan contenta... Quizás había alguien nuevo en su vida. O tal vez se desprendió de algo que estorbaba en su camino.
Su sonrisa siempre había sido algo que llamaba mi atención. Junto con su mirada, formaba una zona llena de magia y misterio.
Fue un momento especial. Disfruté tanto de verla que quise volver a retomar la relación. Pero no, no me atrevía a hablarle por miedo a entorpecer esa felicidad que le embargaba.
La perdí de vista mientras me inundaban los recuerdos. Ojalá nunca olvide que durante esos días me hacía feliz.
Ayer iba tan guapa...

5 de julio de 2013

El abrazo

Esa noche me acosté un poco enfadado.
Cuando comencé a dormirme, noté como si alguien encendiera la luz.
Pero esta luz era suave y acogedora. La luz comenzó a concentrarse en el centro y a ser cada vez más fuerte, hasta el punto de ser insoportable.
Al momento vi una sala, toda de blanco y unas manos que me cogían. Comencé a flotar, o esa era mi impresión, porque vi una persona que me sujetaba. Yo gritaba con todas mis fuerzas, pero no podía articular otro sonido que no fuera un llanto.  Allí me veía yo, pequeño, indefenso, mojado...Pero ese hombre que me portaba giró, y alcancé a ver ese rostro. Un rostro que lloraba a la vez que sonreía. Que sufría a la vez que disfrutaba. Me acercaron y me pusieron encima suya.  Al instante dejé de gritar para contemplar atónito su rostro. Me miraba mientras intercambiaba miradas con ese hombre que le sostenía la mano que tenía libre. Al mirar su cara, comprendí que había tenido que soportar mucho sufrimiento para gozar de ese primer contacto con mi cuerpo. Esa cara, sería la que más querría durante el resto de mi vida. La que nunca me cansaría de ver. La que pese a los malos momento y a hacerle llorar muchas veces, tanto de alegría como de dolor, siempre estaría dispuesto a besar sin miedo o vergüenza algunos. Era ella, la que daría sentido a mi vida a partir de ese momento en que me tubo en brazos por primera vez.
Me acunó en su pecho y todo comenzó a oscurecerse y enturbiarse. De fondo oía como me susurraba una especie de sonido que hacía que se relajara mi cuerpo y sintiera un profundo estado de relax. En ese mismo instante me sobresalté y me vi en mi cama, solo, con mi cuerpo nuevamente de adolescente. No recordaba nada de lo sucedido esa noche. Como esos sueños que vives intensamente pero al despertar no recuerdas.
Salí hacia la cocina para desayunar cuando vi ese rostro otra vez, mirándome. Sonriéndome mientras se acercaba y me besaba la mejilla. Es ese momento recordé todo lo de la noche anterior y la abracé fuertemente. Ella no entendía nada, pero no era motivo para negarme su abrazo. Al rodearme con sus brazos, reviví el momento que me acunó por primera vez, y nuevamente hizo que mi llanto interno se calmara y me sintiera otra vez pequeño por un instante. Por muy fuerte e insensible que yo me creía a veces, ese abrazo me tiró la hombría por los suelos y me transportó otra vez a mi infancia. cuando mi madre era como esa protección sobrehumana para mi. Capaz de todo con solo creerlo. La que siempre me hizo seguir adelante y con el tiempo fui abandonando. No se si por ego o por orgullo, pero ese momento me hizo sentir bien y mal a la vez por haber estado tanto tiempo ignorando a esa persona que dedicó gran parte de su vida a mí.

4 de julio de 2013

Aquella mañana

Aquella mañana me levanté como cualquier otro día.
Me dirigía a peinarme cuando me di cuenta de que un hombre me miraba desde el cristal.
Lo miré. Me miró....nos miramos. Podía ver en su rostro que la felicidad no estaba de su lado.
Encerrado en sus ojos había un pequeño niño feliz que gritaba dentro de esa prisión, luchando por salir.
El niño, pese a estar encerrado no perdía la sonrisa de su rostro.
De repente, del ojo de ese hombre, calló una lágrima que se mezcló con el agua del lavabo y se perdió en el sumidero.
Puede que junto a esa lágrima se desvaneciera algún tipo de sueño o propósito de ese hombre.
En ese momento, lo único que quería era preguntarle que le ocurría. Saber por un momento que sentía o pensaba.
Cuando me disponía a hacerle la dichosa pregunta, su rostro desapareció difuminándose en el viento..
Durante unos instantes no podía borrar de mi mente su cara de dolor.
¿Qué le hacía sentir infeliz?, ¿Porqué lloraba?, ¿Qué hacía ese niño retenido en su interior?
Sin perder un momento, continué preparándome para salir cuando una lágrima resbaló por mi mejilla.
Dentro de esa lágrima, estaba encerrado el grito de un niño. Un niño que quería volver a reír, a jugar....en definitiva, a ser feliz.
Supe que, el hombre del espejo, realmente era mi reflejo.Con la agonía en su rostro, con llanto, con tristeza... esa misma tristeza que se veía obligado a encerrar tras una máscara ficticia con la cual era una persona feliz, sin preocupaciones, sin miedos... Pero al llegar a casa se derrumbaba.
Volví nuevamente al espejo y, como cada mañana, esbocé una efímera y leve sonrisa en la cara de ese hombre, el cual, salió a la calle nuevamente ese día ocultando sus verdaderos sentimientos tras una pantalla volátil, intentando reflejar, sin éxito, los sentimientos de ese niño que se encerraba dentro de su ser y que quería volver a salir, para demostrarle al mundo que ser feliz era posible.