4 de julio de 2013

Aquella mañana

Aquella mañana me levanté como cualquier otro día.
Me dirigía a peinarme cuando me di cuenta de que un hombre me miraba desde el cristal.
Lo miré. Me miró....nos miramos. Podía ver en su rostro que la felicidad no estaba de su lado.
Encerrado en sus ojos había un pequeño niño feliz que gritaba dentro de esa prisión, luchando por salir.
El niño, pese a estar encerrado no perdía la sonrisa de su rostro.
De repente, del ojo de ese hombre, calló una lágrima que se mezcló con el agua del lavabo y se perdió en el sumidero.
Puede que junto a esa lágrima se desvaneciera algún tipo de sueño o propósito de ese hombre.
En ese momento, lo único que quería era preguntarle que le ocurría. Saber por un momento que sentía o pensaba.
Cuando me disponía a hacerle la dichosa pregunta, su rostro desapareció difuminándose en el viento..
Durante unos instantes no podía borrar de mi mente su cara de dolor.
¿Qué le hacía sentir infeliz?, ¿Porqué lloraba?, ¿Qué hacía ese niño retenido en su interior?
Sin perder un momento, continué preparándome para salir cuando una lágrima resbaló por mi mejilla.
Dentro de esa lágrima, estaba encerrado el grito de un niño. Un niño que quería volver a reír, a jugar....en definitiva, a ser feliz.
Supe que, el hombre del espejo, realmente era mi reflejo.Con la agonía en su rostro, con llanto, con tristeza... esa misma tristeza que se veía obligado a encerrar tras una máscara ficticia con la cual era una persona feliz, sin preocupaciones, sin miedos... Pero al llegar a casa se derrumbaba.
Volví nuevamente al espejo y, como cada mañana, esbocé una efímera y leve sonrisa en la cara de ese hombre, el cual, salió a la calle nuevamente ese día ocultando sus verdaderos sentimientos tras una pantalla volátil, intentando reflejar, sin éxito, los sentimientos de ese niño que se encerraba dentro de su ser y que quería volver a salir, para demostrarle al mundo que ser feliz era posible.

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