2 de junio de 2016

Muñecos

Durante algún tiempo me gustó coleccionar muñecos.
De todo tipo. Cualquier forma y tamaño.
Me pasaba horas arreglándolos, limpiándolos. . .
Pero, al igual que todas las cosas que me apasionan en esta vida, acabé dejando de dedicarles tiempo.
Hace unos días, se me ocurrió que no sería mala idea volver a verlos.
Estaban en una caja, la cual guardaba encima de mi armario.
Me senté, cruzando las piernas, y empecé a sacarlos. Los iba colocando todos en el suelo, hasta que la caja quedó vacía.
O eso creía yo. . .
Había una pequeña muñeca, la cual, sinceramente, no recordaba haber visto en mi caja.
Era una muñeca pequeña, comparada con los demás muñecos, que estaban colocados a mis pies.
Tenía el pelo rubio, con una melena ondulada que le llegaba a los hombros, la cara alargada y los ojos achinados. Una gran sonrisa ponía el broche final a esa dulce cara.
Su cuerpo era delgado, y tenía un vestido rojo de tirantes.
Aunque no la había visto antes, me gustaba bastante. Si alguien colocó allí la muñeca, parecía conocerme bastante bien.
Pero, a decir verdad, había algo que vi desde que la saqué de la caja. . .
Tenía unos rasguños muy marcados a la altura de los hombros. Sí, de los dos.
Con cuidado, bajé los tirantes de su vestido, y con pequeños toques de un bastoncillo de algodón mojado en alcohol, fui quitando el color que los roces dejaron en ella.
Usé un diminuto, pero afilado, cutter para eliminar los trozos que sobresalían de su piel, y dejarla lo más lisa posible.
Tras varios minutos de limpieza y reparación minuciosa, logré dejarla lo mejor que pude.
No fue el mejor trabajo de restauración, pero para ser la primera vez, tampoco quedó tan mal.
Subí sus tirantes, y apenas quedaba rastro de los rasguños, excepto un pequeño arañazo en cada lado, que apenas se veían.
Tras revisar todos los muñecos uno a uno, me despedí de ellos y los volví a colocar en la caja, sobre mi armario.
Aunque no todos volvieron a la caja.
Cogí la pequeña muñeca y la coloqué sobre mi estantería.
Era tan pequeña. . . y a la vez tan grande. . .
Me hacía sonreír cada vez que la miraba.
Su pelo rubio, su mirada achinada, su risa amplia. . . y también sus arañazos.
Estar ahí, la hacían más linda. Solo por tener esas dos marcas, no iba a deshacerme de ella.
Estuvo mucho tiempo en el fondo de la caja, y por eso la puse ahí.
Ya era hora de que la gente la viese, tan linda como fue siempre.

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