1 de enero de 2014

Y fue así

Estaba sentada en su silla de siempre, en el lado de la mesa que siempre ocupaba.
Los sonidos de los tenedores y los cuchillos contra los platos llenaba la sala y el televisor llevaba horas irradiando música de todo tipo a un alto volumen.
Los niños corrían de un lado para otro y la gente hablaba.
Todo parecía normal.
Pero en uno de esos momentos de la noche, miró hacia el sitio vacío que había en la esquina.
En ese momento, la felicidad se le cayó por los suelos y notó como, desde los pies hasta el centro del pecho, una presión le iba subiendo que no le dejó respirar.
A la mente le vino su imagen sentado allí pidiendo que le pasaran el plato o haciendo bromas a los pequeños. Pero ya no estaba.
Nunca volvería a ser igual. Era duro, pero debía asumir que esa silla no volvería a ser ocupada por quien la puso ahí.
Comprendió, que sin él, las fiestas no tenían sentido y nada podría salir bien.
Y fue así como empezó a desear que nunca más fuese navidad. . .

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